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No se preocupen: no voy a platicarles del beisbol, sino de otro tipo de ligas. En una boda reciente, la liga de la novia se extravió. Sigue leyendo para conocer el cuento…

Regresé de Engage Europe llena de energía e inspiración, lista para cualquier desafío. Como los jugadores profesionales en las grandes ligas americanas, me preparé para el partido decisivo, descartando ansiedades, acercándome al cuadrangular—o bueno, al salón de eventos—aquel público invitado a presenciar una noche de celebración y festejo…

En cualquier evento, hay tradiciones que observar. Beisbol: cantamos el himno nacional, compramos palomitas, nos disfrazamos con los colores de nuestro equipo adorado. Bodas: vestidos despampanantes, valses de padre e hija, tirando el ramo, la liga.

Se acercaba el momento en que el novio tiraba la liga, pero…

¿Y la liga?

La novia había dejado su liga en el carro. No hay problema. Busquemos el carro. Pero, ¿y el carro?

No estaba el carro. Comenzó el problema de las grandes ligas.

Recordé las palabras de Michelle Rago, una de las invitadas especiales a Engage Europe. En su conversatorio, nos inculcó la siguiente lección: era mi deber, como Wedding Planner, agotar cada opción, buscar soluciones a cualquier problema, esmerarme, ir más allá de lo requerido para asegurar la felicidad de la novia.

Ok. Pensemos. Estás en las grandes ligas: no hay espacio para los errores. ¿Podré coser una liga de servilletas y manteles que no se están usando? Mmm…mejor no. ¿Alguna vincha del peinado de una invitada? Lo dudo. ¿Hay tiendas de ligas abiertas a esta hora? ¿Dónde se encuentra una liga, si no es en una boda?

Una boda. ¡Una boda! La suerte nos favoreció: en el mismo local se celebraba otra boda, tenía que haber una liga allí (a menos que…). Me excusé por un momento, corrí hacia la fiesta ajena, a pedir una liga ajena, de una novia desconocida…disculpe, yo se que no me conoce, pero hay una novia, igual a usted, celebrando el día más importante de su vida, y ella—como lo explico—bueno, se encuentra desligada.

Le pedí la liga ajena, y la novia bella dijo que si. La tradición de la liga recién terminaba, el galardonado exultando con su premio, tomándose mil fotos, recibiendo felicidades departe de sus amigos, abrazando a la multitud…y yo, esperé.

Después de una eternidad (o por lo menos así lo sentí) de fotografías, me prestaron la liga, con la condición que la regresara inmediatamente. Inmediatamente, lo prometo, ¡ya regreso!

Regresé donde mi novia desligada. Su novio tiró la liga, y el nuevo ganador saltó de la felicidad, lo abrazaron, le tomaron fotos, le cantaron, gritaron de la emoción, fotos, Snapchats, selfies…bueno, tal vez no iba a regresar inmediatamente.

En un año que hasta los Cachorros de Chicago lograron vencer aquella maldición histórica, parece que cualquier cosa puede pasar. Y colorín colorado, este cuento se ha des-desligado.

liga

Fotografía por Vicki Grafton

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