Hoy les quiero contar la historia de amor de Isabella y Fabian. También les quiero contar, sin estirarme al cliché y la ubicuidad, que, contra cualquier adversidad, la calma y el amor pueden superar la crisis.
No es siempre fácil mantener la calma, mucho menos en ocasiones tan especiales. Ocurren imprevistos, debemos de hacer cambios, detalles necesitan revisión…pero creo que son esas ocasiones delicadas que más ilustran nuestro carácter.
Y sí creo que, si volvemos al inicio de todo, y tratamos de mantener presente lo que en verdad nos une, aún en esos momentos con un toque de…presión, cuando parece que las soluciones se agotan, nuestra reacción define nuestra realidad.
Amo contar esta historia–casi una aventura–porque siento que estuve desde el inicio. Fui parte de la planeación del compromiso, de la boda civil y ahora, la boda eclesiástica. Si les cuento de mis tardes con Isabella, su mamá y la mamá del novio, les cuento como si fueran tardeadas con amigas, reuniones agradables que por casualidad incluían trabajo.
Mi mamá y la mamá del novio eran como hermanas haciendo mandados: encontrando la lámpara perfecta, rebuscando hasta definir la tela adecuada, foquitos, una alfombra preciosa, el menú impecable, y entre todo, muriéndose de la risa con su amiga.
Isabella es una mujer determinada: sabía exactamente lo que quería y lo que no quería, y me lo expresaba con cariño (y aceitunas). En todo el proceso de planeación sentí tanto amor de su parte: Isa me traía labnes a las reuniones, las mamás confiaban en mi criterio, un aura de serenidad siempre reinó y fue esa serenidad que marcó la diferencia.
Íbamos a necesitar esa paz y armonía para lograr el sueño: ochocientos invitados, una boda al aire libre (¿conocen mi tema con el clima?), cincuenta-y-mil proveedores…pero todo se puede. Aceptemos los factores que dificultarán el proceso. ¿Qué es lo peor que puede suceder?
Los días que precedieron la boda de Isa brotaban de complicaciones en logística. El pastel varado en San Pedro Sula, unas flores divinas que tal vez no pasaban las aduanas…y a pesar de todo, cada actor mantuvo la calma. Los padres de los novios tranquilos, mi mamá apagando fuegos, los proveedores resolviendo problemas, los novios enamorados: no importa, solo nos queremos casar.
Una boda en casa, en un jardín divino, luces y luces y más luces. Más de mil cilindros de velas flotando sobre el bufet, foquitos como diamantes destellando entre los árboles…y cuando empezaba a caer el sol parecía que todo brillaría para siempre, un blanco inigualable que resaltaba detallitos y la total elegancia del momento.
Porque todo saldrá bien. Habrá paellas preparadas en el momento, habrá todo tipo de antipastos, sushis en bandejitas y pipetas de soyas divinas.
La novia, pastelera experta, tendrá su mesa de postres como de sueño, el pastel diferente, moderno, rodeado de orquídeas naturales y la infinidad de postres elegidos por ella–y cada uno llegará a tiempo–y el DJ alegrará la fiesta, y se llenará el barsito de shots de Titos Vodka y los jóvenes nunca se querrán ir.
Cerrar el 2017 con la boda de Isa y Fabian fue cerrar con broche de oro. Mi tiempo con esta pareja tan enamorada fue una verdadera joya y estoy eternamente agradecida a sus padres, que confiaron en mi aún en la hora más difícil.
El primer paso es mantener la calma: todo lo demás, si procuramos hacerlo con dedicación, cuidado y amor, todo lo demás vendrá.
Fotografía: Daniel Mendoza & Darcy Benincosa
Planeación y diseño: Anamarias Eventos
Alquileres: Cruzadi, Servitodo, Contempo & Capitolio
Floral Styling & Design: Nestor Gamez
Catering: Plaza Juan Carlos