La Boda de Magda: ¿habrá mejor manera de celebrar este mes de amor, que compartiéndoles una boda tan bella y tan íntima? Las bodas vienen en diferentes formas y tamaños; cada una es única, y una tarde encantada en los jardines de La Cumbre no es excepción.
Siempre le aconsejo a las novias que consideren los pros y los contras en cuanto a tamaño de boda. Si, las bodas grandes aseguran una pista de baile rebalsando de gente. Si, las bodas medianas te proporcionan más opciones de local. Pero las bodas pequeñas tienen un encanto incomparable. El novio y la novia pueden dedicarle tiempo a cada uno de sus invitados. La mayoría de estos ya se conocen y el ambiente es uno ameno. Y, en cuanto a los detalles: pueden abundar.
Les quiero contar de las cositas que hicieron este evento tan único. Para empezar, el hijo de Magda la entregó, en aquel pasillo hermoso de color marfil, explayado en los jardines de La Cumbre.
La ceremonia fue afuera, sin toldos. La decoración más bella era la iluminación del sol bajando. Una orquesta de quince tocaba música clásica, entre las velas y rosas blancas y los invitados.
La cena fue dentro del restaurante: imagínense un ambiente encantador y familiar, con una pareja tan enamorada, todos compartiendo en ese espacio, celebrando su amor.
Cuando comenzó a bajar la temperatura, se repartieron pashminas para las mujeres, para protegerlas del frio. Mientras tanto, a los hombres se les regalaron puros. ¡Adiós, frio!
Cada puesto de mesa llevaba un menu, al igual que una cajita de trufas de chocolates con el sello de la novia y el novio.
Otro detallito fueron las bellotas: el ramo de la novia lucia bellotas, el pastel divino también tenia las mismas bellotas decorándolo.
¿Y que más agregar? Fue un evento espectacular, la boda más bella en La Cumbre para una pareja perfecta. ¡Felicidades Magda!
Fotografía por Daniel Mendoza