Después de unas vacaciones espectaculares—de paisajes franceses y desayunos en ciudades italianas, de vueltas en carritos que se equivocan de lado en la carretera, de clases y charlas y fiestas sin ruido, de mundo extranjero—estoy de vuelta con ustedes, inspirada, emocionada por seguir compartiéndoles momentos bellos. Hoy les cuento de una semana mágica en Europa, de mi curso en Engage.
Engage es una serie de conferencias centradas en bodas de lujo y la industria de eventos especiales, reuniendo a los profesionales más dedicados y expertos del mundo entero. El curso duró casi una semana, del 17 al 22 de octubre. Nos hospedamos en el Hotel Borgo Egnazia; un grupo de doscientos cincuenta seleccionados, diecisiete invitados especiales, miles conversaciones íntimas con los expertos del mundo, incontables eventos planeados a la perfección. Sentía que era un sueño hecho realidad.
Tenía que ir.
La fecha de Engage: The Breakers, coincidía con una boda, entonces se me hizo imposible atender. Cada vez que miraba una fotografía en mi canal de Instagram, me aseguraba que al próximo no faltaba. Cuando anunciaron el curso en Europa, apliqué de inmediato. Una especialización europea, que complementaría mis cursos en los Estados Unidos, y, ¿por qué no? Una vacación larga con Mike, explorando Europa.
Imagínense: cuatro horas manejando en calles desconocidas, perdiéndome entre Positano y Puglia, dándole vuelta al mapa hasta finalmente llegar a mi destino…y la primera persona que vi al entrar fue Colin Cowie. No lo podía creer. ¡Mi ídolo! Un profesional a quien admiro, cuyo estilo se asemeja al mío (o bueno, yo a el), allí en el lobby, esperando para registrarse a Engage.
Tantos momentos especiales que no se cuales recordar, cuales compartir. Tal vez cuento un poquito de las charlas motivacionales, de los presentadores que nos prestaron su confianza, nos inspiraron a la excelencia.
Recuerdo que las palabras de Cindy Novotny resultó en doscientas cincuenta personas paradas, aplaudiéndole.
Recuerdo conversaciones con Karen Tran, una de las floristas más famosas en el mundo entero, y recuerdo su humanidad, su gentileza, su cariñoso afecto.
Recuerdo un silent rave. Si, una fiesta musical, una «parranda de sonido», pero en silencio. A cada invitado se nos entregó un par de audífonos, y podíamos escoger entre varios canales de música. Todos bailaban a su propio ritmo. Pero también podías disfrutar de las decoraciones, platicar con los demás invitados, celebrar.
En uno de esos momentos que nunca se me escapará, estoy bailando en la pista, envuelta en aire europeo, rodeada de personas—no, de expertos—todos bailando en este lugar mágico, en un evento de primera clase, bailando, cuando me doy la vuelta y Colin Cowie esta a mi derecha, sintonizado a mi mismo canal, y tan rápido que no se si fue realidad—o nuevamente aquel sueño tanto deseado—nos sincronizamos, inventando coreografía, bailando todos al mismo ritmo.
Así fue todo. Cada evento organizado con nosotros en mente. Fiestas despampanantes y cafecito en la tarde; no importaba el tamaño, cada detalle se había diseñado cuidadosamente, un ambiente de primera clase para los invitados de primera clase. Y más que un buen ambiente, una buena educación. La experiencia enriquecedora fue lo más importante: aprender de los maestros, tomar sus consejos, aplicarlos a mi trabajo, mi pasión aquí en Honduras.
Y pensar que estuve allí para verlo.
Fotografía por Betsi Ewing
BETSI EWING STUDIO, Photo + Video
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