No es una mesa, sino una reunión la que les quiero compartir. Somos un grupo íntimo de amigos, que intentamos juntarnos cada mes entre los vaivenes y las complicaciones del cotidiano. Este mes, tuvimos una cena de acción de gracias en la terraza: una vista inigualable de la Tegucigalpa navideña, con sus lucecitas de colores y el frío que no es frío en ningún otro país. No es una mesa, sino una celebración.
Una de mis resoluciones cada año, como anfitriona y como Mía, es recibir más invitados. No es secreto que me encanta lo de planear eventos. Definir un menú con recetas nuevas, sacarle brillo a las cucharitas de postre, imaginarme la mesa—¡la mesa! Les voy a contar sobre la mesa.
Invité a mis amigos, organizando los puestos, etiquetas con mi caligrafía en cada uno. Puse el mantel (¡Gracias Cruzadi!) recién planchado en su lugar. Mujer, hombre, mujer, hombre; ninguna pareja avecinándose, para que todos tuvieran la oportunidad de platicar con amigos que no miraban tan frecuentemente.
Sobre la mesa—ya les voy a contar de la mesa—brillaba un cielo de foquitos, su luz cálida compensando el frio que había dejado el atardecer. En ese atardecer, nos reunimos, cada uno levantando su copa de vino para dar gracias, por las amistades y por todo lo que este 2015 había traído.
A destello de los focos, nos sentamos en nuestras sillas (¡Gracias Cruzadi!), entre las candelas y las plantas forrajeadas de mi jardín.
Aquí no habían arreglos florales que previnieran la platica. ¿Y como competir con aquella vista?
Bueno: ni falta que les cuente de la mesa.
Fotografías por Daniel Mendoza